— ¡Que sí!, ¡que ya está claro!, ¡llama de una puta vez!
— Soy yo, Miguel...
¡Ahora!...¡Sujétamelo, gordo! ¡Sujétamelo!, así. Ahora verás ¡cabrón!
— ¡Tranquilo Héctor!
— Ahora no te ríes como el otro
día, ¿eh?, ahora no dices nada del canguelo que tienes.
— Te estás pasando, Héctor.
— ¡Te voy a matar!
— ¡Héctor!, ¡Héctor!
—
¡Suéltame!, ¡suéltame!
***
Manos, manos, manos. Que
se clavan como puñales. Rocas en el mar. Cirujanos sórdidos que penetran,
sajan, golpean. Vorágine de movimientos. ¿Héctor?, ¿Héctor qué nombre es?
Sombras que van y vienen, y dibujan formas como el humo en los paraísos
artificiales...¡Canguelo que tienes!... Rojo y negro, destellos de rojo. Sol
oscuro. Noche resplandeciente.
¿Por qué lo hace?
Recuerdos instalándose en el cerebro: mi madre canta, a dormir mi niño
uo,uo,uo. Estruendo metálico...¡a matar!...El universo se destruye. La vida
fluye hacia el infinito, lentamente. Soy, somos, como el barco en medio del huracán.
¿Dónde estoy, a dónde he llegado? Arde el estómago igual que en las tardes
negras del pasado. Yo le quería. El tiempo se expande, un segundo vale una
eternidad, luego se contrae y la eternidad de un golpe es sólo un
segundo...¡Ahora no te ríes...!... El blanco puebla mis visiones por un
instante, blanco como el azahar de mi infancia. Recupero ese olor, el aroma de
la flor. Los paseos entre naranjos, las manos cálidas, el cariño interminable,
las miradas del todo y yo rey del mundo. Las palabras flotan en mi cerebro como
un madero a la deriva en el mar, mi cerebro rebota, una y otra vez, contra los
muros del cráneo. ¡...verás cabrón!...
***
— ¿Esto valdrá algo?
— ¿Y yo que sé? Supongo que a los cuadros podríamos sacarles
pasta, pero dónde íbamos a llevarlos nosotros, nos trincarían a las primeras de
cambio.
— Pues entonces ya me dirás.
— Este cabrón debe tener dinero en
alguna parte, ¡estoy seguro! ¿Eh?
¡maricón!, me oyes, ¿dónde tienes el parné?, ¿dónde?
— No le des más, que ése no
aguanta otra.
— ¡Qué reviente!
— ¡Y una mierda!, ya está bien,
¡déjalo! Si se nos muere me busco la ruina.
— ¡Tonterías! Un maricón menos en
el mundo.
— ¡Claro!, cómo tú todavía eres
menor, ya cargará el gordo con las culpas, igual que en lo del supermercado del
año pasado.
— ¡Qué dices! Vamos, Gordo, no
seas ingenuo, aquí en este barrio no nos conoce nadie. Este es un barrio de
gente de mucha pasta y, además, nos han abierto la puerta, no hay nada forzado. Este es un negocio tranquilo
— Pero este tío te conoce. Has
estado viniendo aquí casi un mes. Por ahí nos pueden pillar.
— No sabe dónde vivo, no sabe cómo encontrarme y no
sabe cómo me llamo, ya te he dicho que para él soy Miguel.
— ¿Y a qué se dedica el gachó
éste?
— Es profesor en la Universidad.
— ¡Pfiuu!, vaya nivel. ¿Y de qué?
— De arte.
— ¡Ah!
—
¡Venga!, no nos
entretengamos.
***
A él le gusta, lo sé. El Azul, añil, verde, rojo,
rojo, rojo. Palabras, palabras, palabras...¿...tienes el parné?... Mis labios
exhalan una canción apenas recordada, ¿cuánto tiempo ha pasado, una hora, un
minuto? laralarala, laralara de la nuit umumumum umahumah
que tu me chantait... ¡Y una
mierda!... Oigo una música lenta y penetrante, que se repite y se repite, pom,
pom, pom.
Una alameda aparece en mi mente y paseo por ella. Siento
relajación, flaccidez en mis músculos. No tengo fuerzas, no tengo
tacto...¡Tonterías!, un maricón menos... Llevo años en el mismo sitio,
desangrándome, quieto. Y la melodía suena, suena. Mi madre me hubiera
protegido. Yo no hice caso... ¡
...reviente!...
***
— ¡ Oye Héctor ! ¿se puede saber
que venías a hacer aquí?
— No es tu problema, ¿de acuerdo?
— Algo te habrá hecho para que
hayamos venido a darle un curro tan fuerte.
— Ya te lo dije, quería pasarse de listo
conmigo en un negocio, ya está.
— Sí, pero ahora el negocio
también es mío, ¿no? porque para algo estoy aquí.
— Tu negocio es que de lo que
saquemos hoy te llevas la mitad.
— Pues poco negocio es ése, porque
de las cámaras de fotos todo lo más vamos a sacar cincuenta billetes, y me
alargo mucho.
— ¿Qué le pasa a éste ahora? ¿ Qué
es lo que dices ?
— Parece que está canturreando,
está medio ido. Es que le has dado muy fuerte en la cabeza, tenías que
habérmelo dejado a mí, un par de hostias bien dadas y arreglao. Pero has
perdido los nervios.
— A mí, quién me la hace me la
paga.
— Me parece bien, ¡joder!, pero si
me hubieras dejado a mí voy calentándolo
y al final canta seguro dónde tiene el dinero, y así ¿qué es lo que sacamos?
— Yo sé por qué hago las cosas.
— Pues yo me llevo cuadros, aunque
sea en el rastro, algo me darán.
— Haz lo que quieras. Y tú,
¡cerdo!, por qué me miras con esa cara ¿eh?
Creías que te ibas a salir con la tuya, pero a Héctor no le engaña nadie
y menos aprovecharse de él, ¿estamos?
***
El dolor es un sonido,
una nota aguda o grave, interrumpida o repetida, una sinfonía dodecafónica.
Grito en silencio, no me quedan fuerzas para hablar, grito como el bebé cuando
llora, con toda el alma ...¡me la hace me la paga!... Los rostros me rodean
feroces, indiferentes al sufrimiento, rostros bellos y, sin embargo, tan duros.
...vamos a sacar cincuenta billetes...
¿Cuál es el anverso de
la belleza, su complementario, unido a ella, espalda con espalda?, el horror.
Después de un mes juntos, ¿por qué me hace esto? ...te ibas a salir con la tuya...Un
sabor salado inunda mi boca, mi lengua se llena de él y se hincha. Agua,
inmensidades de agua, quiero ahogarme en su frescor, mojarme entero. Volver a
la tranquilidad de mi niñez...¿Creías que?...
***
— ¡ Mira !
— ¿ Qué ?
— Mira lo que hay aquí, una caja
fuerte detrás del cuadro como en las películas, ja, ja, ja; ahora sí que hemos
hecho negocio.
— Como no podamos abrirla.
— ¡Qué coño!, ¡si está abierta !
— ¡Aparta Gordo!, déjame ver qué
hay.
— ¡Espérate! para eso la he visto
primero...¡mierda!, no hay pasta, sólo papeles, escrituras y un sobre.
— ¿Un sobre? ¿Y qué tiene?
— Parecen fotos.
— ¡Fotos! ¡Dámelas!
— ¡ Estáte quieto!, ¡estáte quieto Héctor, que te arreo!
— ¡Ay!
— ¿Te he hecho daño?
— No, ¡dame las fotos!
— ¡Qué no !
— ¡Dame las fotos!
— Estáte quieto, ¿ o quieres que
te vuelva a dar ?
— ¡Dámelas!
— ¡Ahí va!, pero si sales tú,
Héctor.
— ¡Que me las des!
— Y en pelota, ¡ja,ja!, y haciendo
posturitas, ¡ja,ja,ja!
— Dame las fotos, ¡gordo de
mierda!
***
La habitación se expande
ante mis ojos, se alarga alucinantemente sobre un fondo denso y oscuro como una
niebla...¡Dámelas!... Tiene miedo, por eso me pega. Percibo flashes de colores
con irisaciones. Lo volvería a hacer otra vez. Palabras sin sentido, inconexas,
cortan mis tímpanos como cuchillas. Vuelvo a un tiempo en que el lenguaje es
misterio, cábala, signos inescrutables , sólo sonidos, ruidos. ...¡las
fotos!...
El silencio, miedo a lo
desconocido, niño ante la oscuridad vuelvo a ser. Ahora el negro predomina
sobre el rojo, grises rojizos, rojos negruzcos, todo va de uno a otro. ¡Miedo,
miedo, miedo! Los sonidos han desaparecido, sólo queda mi visión de los dos
colores y el sabor salado y la sed inmensa ...¡gordo de mierda!... Me da pena.
Sensaciones extrañas, mi cuerpo se desparrama e invade la casa como una riada, me siento en todos
los lugares a la vez, ubicuo y débil.
***
—¿Así que eso es lo que venías a
hacer aquí?
— Me pagaba mucha pasta.
— ¡Ya!
— Una cantidad increíble de dinero
por venir aquí y desnudarme para que me hiciera las fotos.
— ¿Sólo por eso?
— ¡No me jodas, gordo!, haz el
favor.
— ¡Ya!
— Ya, ¿qué?
— Nada.
— ¿Entonces?
— Eso.
— Pues ya está.
— Ahora
lo entiendo menos. Tienes un chollo grande con este tío, a ti que no te importa
despelotarte, y hemos venido a joderlo porque en esta casa no hay un duro. ¿ Me
lo quieres explicar ?
—
Llevaba varios días sin pagarme, dándome
largas.
— ¿Sí?
Pues anoche en el bar del Vargas, bien que tirabas de cartera.
— Tenía
dinero ahorrao.
— ¡Ja! ,
tú ahorrar, no me hagas reír, ¿quieres?
— Bueno,
hago lo que me da la gana.
— ¡Ya,
ya!
—
¡Gordo!, no me calientes.
— ¿Qué
quieres? No lo entiendo, este rollo era una bendición y tú lo tiras por la
ventana.
— No
aguantaba más a este cabrón, ¿está claro?, no aguantaba sus historias.
— ¿Qué
historias?
— No sé,
manías que se le meten en la cabeza.
— ¿Cómo
cuáles?
— Por
ejemplo, me decía que me parecía a San Juan Bautista.
— ¡Tú,
un santo! Sí que está tarumba, sí.
— ¡Ves!,
además tenía la foto aquí, en este libro.
— A ver.
—
¿Entiendes por qué no aguantaba más?
— Pero
sí es verdad, te pareces un montón.
— ¡No me jodas gordo!
—Si eres
clavadito. Sí, sí y aquí pone: San Juan Bautista...Il...Car...ava...ggio. Mira
que si fueras un santo de verdad.
— Ya
está bien, vámonos de aquí.
— Y qué
hacemos con éste.
— Nada.
— Pues,
¡venga!
***
No sabe enfrentarse a sí
mismo, eso le pasa... Il Caravaggio... Caras, caras, me acechan por todas
partes, y se reblandecen, se desfiguran como cera caliente. Un San Juan bautista que me mira con su cara
sonriente, ¿lo conozco?, no sé. No veo
bien...¡No me jodas!... La luz se apaga o vacila. Blanco y negro sobre rojo.
¿Qué hubiera podido hacer? Y el sabor
salado...clavadito... Me gusta el San
Juan bautista, me gusta su sonrisa malvada. Frío, hielo, todo blanco. Sólo
blanco sobre rojo, rojo y blanco. Mí, él, yo, tú, no sé. Y fuego, ardor, fuego,
fuego. Dolor y placer al tiempo. Hacer el amor con el San Juan...un santo de
verdad...un niño, un hombre, un lobo.
FIN